viernes, 20 de febrero de 2009
DEL BLOG DE MARCELO LACANNA
Sobre el Facebook, la privacidad de la información y un par de fotos mías con el culo al aire .
Y resulta que ayer todo el mundo se desayunó con el temita ése del Facebook, la privacidad de los datos y el “uh, ¿entonces esa huevada que dije va a quedar ahí para siempre?”.
Je, je. Mirá cómo me río. Je, je.
La noticia ya la sabe hasta mi mamá (literalmente, hasta mi mamá, que me llamó por teléfono, toda preocupada), así que vamos a hacerla corta: Facebook (una plataforma de publicación en Internet administrada por una empresa privada, como Twitter, como Blogger, como YouTube, como Taringa) hizo públicos sus nuevos “términos de servicio”, dando cuenta de que:
Al escribir algo en Facebook (o mediante Facebook, o a través de Facebook, como quieras llamarlo) vos estás autorizando a Facebook a publicar esta información y compartirla con otros usuarios de Facebook.
Esa información puede quedar ahí hasta el año del arquero, el cierre de Facebook o el fin del mundo, lo que ocurra primero.
Y por esta nadería vino todo un escándalo, un rasgado de vestiduras, un gemir y un rechinar de dientes, y notas en Clarín, en La Nación, en Perfil, en CNN, en TN, en Canal 26, en Utilísima Satelital y en el Canal Rural, y ayer fue la noticia del día.
Y parece que mucha gente se indignó, y amenazaron con borrarse de Facebook, y organizaron un boicot contra Facebook y no sé qué más, tanto que tuvo que salir el capo de Facebook a decir que “me parece que no entendieron nada, pero bue, no se pongan así, volvemos todo atrás, volvemos todo atrás… qué carácter, che…” y decidieron anular los nuevos términos de servicio y volver a la versión anterior, que dice más o menos lo mismo, pero escrito de un modo distinto.
Y yo leí los “nuevos” términos de servicio de Facebook y los “viejos” términos de servicio de Facebook (y que ahora vuelven a ser los “nuevos” términos de servicio de Facebook) y pensé: ¿Y? ¿A qué viene tanto alboroto? Y los leí de nuevo. Y seguía preguntándome a qué se debía tanto escándalo.
Hasta que entendí: recién ahora se habían dado cuenta.
Millones de usuarios de Facebook se habían dado cuenta de algo.
Algo que yo sabía, algo que millones de personas sabían… pero algo que –evidentemente- otros millones de personas no sabían.
Resulta que uno no es el dueño exclusivo de lo que uno publica en Facebook. Ah -¡pero mirá vos!- qué novedad. ¿Y recién ahora te das cuenta?
P-pero… ¿Y la propiedad intelectual? ¿Y mis derechos como creador de una obra artística? ¿Y la privacidad? ¿Y mi derecho a la privacidad, eh? ¿Y la Constitución Nacional? ¿Y el Pacto de San José de Costa Rica? ¿Y la Convención de Ginebra? ¿Y hasta cuándo vamos a tener que soportar el avasallamiento de nuestros derechos por parte del imperialismo yanqui, eh? ¿Acaso Facebook no es un servicio público, eh? ¿Y el gobierno no hace nada? ¿Es que Kristina se va a kedar de brazos kruzados, eh?
Y la cuestión es que ayer, muchísimos medios de comunicación no hicieron más que confundir más, hablando de lo que no saben y haciéndose los cancheros. Y no vayan ustedes a creer que yo voy a escribir esto que voy a escribir porque quiero defender a la Facebook Inc., o porque hoy me desperté con ganas de desasnar burros. Nada más lejos de la realidad.
Simplemente me parece que esto nos da una excusa para pensar un poco, algo que no viene mal, muy de tanto en tanto.
Aclaración n° 1: Todo este asunto del Facebook no tiene un pedo que ver con los derechos de autor o la propiedad intelectual
Lo primero que vamos a abordar, muy por arribita, es el pánico que le entró a millones de escritoritos, musiquitos, pintorcitos, fotografitos, artistasplastiquitos, periodistitas y artistitas en general, con respecto al riesgo de que Facebook les “robe” la propiedad intelectual sobre sus obritas y las use en beneficio propio, sacando un libro con los textos que vos escribís en Facebook, o con esos collages tan graciosos hechos en Photoshop que vos ponés en tu perfil de Facebook, o con las fotos en culo que vos ponés en tu grupo de Facebook.
Tranquilo. Nunca va a pasar tal cosa.
Pensemos un minuto, que de eso se trata. Facebook es una empresa que vale –moneda más, moneda menos- cuatrocientos cincuenta mil sextillones de dólares. ¿En serio vos creés que Facebook va a sacar un libro con los textos que vos publicás? ¿O con las fotos en baja resolución que subiste a tu álbum “Navidad 2008”? ¿O un disco con tus covers de Arjona en MP3 sampleados a 64 kbps?
Nnno, ¿no?
Te lo pregunto otra vez, para que no quede ninguna duda: ¿Vos creés en serio que existe la más reputísima de las posibilidades de que Facebook edite un libro, un disco, o un algo con TU material, para ganarse unos… ponele… 200 pesitos más?
Seguro que no, ¿no?
Lo que sí hace Facebook es hacerte aceptar unos “términos de servicio”, según los cuales vos le das toooooooodos esos derechos para que los tipos puedan publicarlo en Facebook… que es al fin y al cabo lo que vos querés. Es como decirles: "mirá, Facebook, cada vez que yo suba una foto en culo, o mi opinión sobre tal cosa, yo te autorizo a que vos las publiques en tus servidores y en las páginas del dominio ése tuyo, www.facebook.com, que es tuyo, no mío". Pero es porque son norteamericanos. Y vos viste cómo son los norteamericanos. Ellos se tienen que cubrir poniendo toooooooooooodo por escrito y tooooooooooooodo es fully granted, neverending, non-binding, for all purposes…
Es como con el café. Vos pedís un café caliente y te lo tienen que dar en un vasito que dice: “WARNING: THIS COFFEE MAY BE CALIENT!”, porque si no vos vas, te quemás la trompa como un boludo y les hacés un juicio por cien millones de dólares por no haberte advertido que el café caliente que vos pediste estaba caliente. ¿Se entiende?
Bueno, lo mismo pasa con las boludeces que vos escribís en Facebook. ¿Vos querés escribirle “puto el que lee” en el muro a tu amigo Pirulo? Bueno, firmame acá –dice Facebook- dejando en claro que vos (en adelante, EL USUARIO) me estás autorizando a mí (FACEBOOK) de por vida e internacionalmente y por el resto del campeonato a utilizar tu mensaje “puto el que lee” (en adelante, la OBRA DEL USUARIO) para que yo pueda ponerlo en el muro de tu amigo Pirulo.
Y si no te gusta, no lo escribás en Facebook, que al fin y al cabo no es tuyo, ni de tu amigo Pirulo, ni un servicio público, sino un sitio comercial como cualquier otro. Llamalo por teléfono a Pirulo (en adelante, EL OTRO USUARIO) y decile: “¡Puto!” y no me rompas las pelotas más a mí (en adelante, FACEBOOK).
Nadie te obliga a usar Facebook, macho. Es un página comercial, como cualquier otra. Sólo que gratuitamente (por ahora) te permite usarla sin mayor complicaciones para que vos puedas poner “Fulanito is abarajanding la bañera”, subir tus fotos mostrando lo fuerte que estás en tanga, escribirle pavadas en el muro a tus amigos, hacerte miembro del grupo “¡SALVEMOS A LOS MAMUTS ANTES DE QUE SE EXTINGAN, AY!” y mandar un Uinipú de regalito. Eso es todo. Sólo que para hacerlo, vos les tenés que aceptar todo lo que ellos te pidan, pero no lo hacen ni de hinchapelotas, ni de avaros, ni de avasalladores, ni de ladrones, ni nada. Lo hacen porque son una empresa norteamericana y ya deben haber tenido algún vivo que les haya querido hacer un juicio para sacarles unos pesos.
Si te gusta, bien y si no también. Y si no, ¿sabés qué? Si tenés algo que decirle a tu amigo, llamalo por teléfono. O mandale una carta. O comprale un osito de peluche de verdad y regaláselo y listo.
Pero no me vengas con que tenés miedo de que John Facebook se haga más multibillonario por publicar un libro con tus ingeniosísimos aforismos.
Así que el tema de los derechos de autor, la propiedad intelectual y la mar en coche queda aclarado.
Pasemos al temita de la privacidad, y van a ver cómo la cosa se pone más interesante.
Aclaración n° 2: Y… nnnop… La verdad es que muuuuy privado no es
Otro tema que está causando estragos en el sistema nervioso de millones de usuarios de Facebook es la cuestioncita ésa de la privacidad de la información. Esta no es precisamente una gran novedad, especialmente desde que se armó el escándalo ése del jefe de prensa del entonces candidato Obama manoseando a una Hillary Clinton de cartón, pero en fin, resulta que al menos en muchos medios de comunicación, parece que recién ayer mucha gente se desayunó con que andar pelotudeando en Facebook no es lo mejor que puede hacer si uno es muy celoso de su privacidad.
Pero esto no es culpa de Facebook, tampoco. Hasta donde yo sé, Facebook no espía a la gente, ni es un Gran Hermano, ni es un servicio de inteligencia. No. Facebook almacena y muestra información sobre vos, que VOS decidiste hacer pública, o que alguien (un amigo tuyo, por ejemplo) decidió hacer pública.
Entonces, si vos subís fotos tuyas en pelotas para compartir con tu grupo de Facebook “NUDISTAS POCO DOTADOS”, que no te asombre si el lunes cuando vayas a la oficina escuches risitas desde el rincón del botellón de agua. Me dirás: “¡Eh, pero yo subí esa foto al grupo NUDISTAS POCO DOTADOS sólo para ser vista por los miembros de ese grupo!”. Y yo te digo: sí, bueno, pero resulta que uno de los miembros de NUDISTAS POCO DOTADOS es también miembro del grupo “I WORK IN BULONES DON ERNESTO”, que es donde laburás vos, gil, mientras los turros de tus compañeros, reunidos alrededor del surtidor de agua susurran: “por favor, que el nudista deje de decir la palabra ‘miembro’ o me meo, mmppppfffffjajajaaaaa…”.
O ponele que vos tenés 36 años pero batís que tenés 30. A tooooodo el mundo le decís que tenés 30… A tu novia le hacés creer que tenés 30… Tus compañeros de paddle creen que tenés 30… Y vos, boludo, vas y te hacés miembro del grupo: “Egresados 1990 del Santa Paja del Pesebre de Jesús”. Sonaste. O un compañero tuyo sube una foto del colegio de cuando iban a cuarto grado, y aparecés vos sosteniendo el cartelito que dice: “4°B TURNO MAÑANA – 1982”… Se te cae toda la mentira al carajo.
Por supuesto que Facebook tiene unas novecientas mil opciones para ajustar tu –llamémosla- “privacidad”, gracias a las cuales vos podés indicar quiénes querés que vean tus fotos (si todo el mundo, si sólo tus amigos, si tus amigos y los amigos de tus amigos, si tu mamá), quiénes querés que lean tu muro (si todo el mundo, si sólo tus amigos, si tus amigos y los amigos de tus amigos, si tu mamá), y quiénes pueden ver tu perfil y quiénes pueden ver lo que respondiste en el test: “Do you swallow or do you spit?". Pero de ahí a pedirle al usuario medio de Facebook que lo sepa usar… Vamos, si ni siquiera saben responder a la segunda pregunta que te hace Facebook para abrir tu cuenta, apenas después de tu poner tu nombre, y es por eso que hay tanto boludo de “San Juan, PR”.
O todos conocemos usuarios de Facebook que no entienden la diferencia entre el “Enviar un mensaje (privado) a Pirulito” y el “Escribir en el muro de Pirulito”, por lo que cada vez que entramos a Facebook vemos que Fulanito escribió en el muro de Menganito: “Mostro, me vendiste marihuana que no pega!!!!! Te estoy llamando al 15-555-555 y no atiende nadie, che! Media pila!”. O ya a un nivel de torpeza patológica no diferencian entre el mensaje privado, el muro y su propio estatus (el Fulanito is…), por lo que hay no pocos pelotudos con estatus como Fulanito is sí, juas, ya le dije a Felipe.
Pero si no le podés pedir a un tipo que indique correctamente la ciudad en donde vive, mal podés pedirle que se tome en serio el tema de la privacidad como para que se dé cuenta de que a lo mejor no es la más fantástica de las ideas el aparecer como miembro de los grupos “DOCENTES ARGENTINOS EN FACEBOOK” y “A QUE JUNTO 100,000 FIRMAS PARA QUE BAJEN LA EDAD DE CONSENTIMIENTO!!!”.
Estamos viviendo tiempos muy modernos, muchachos. Tiempos muy excitantes, muy divertidos, muy tecnológicos, con mucho Facebook mobile for iPhone, mucho Twitter, mucho blog y mucho “what are you doing right now?”. Tiempos donde la privacidad es un concepto cada vez más abstracto. Tiempos donde el secreto más oscuro de una persona está a la vuelta de un forward de un mail equivocado.
Pero si te metés a boludear en Facebook, sabé que estás jugando un juego en el que en cualquier momento el viento te da vuelta la carta más brava.
Y como dice el filósofo, if you like the peach…
Aclaración n°3: Y sí, es para siempre. Lola.
Aparentemente, el grueso del alboroto del día de ayer alrededor de Facebook fue debido a una clausulita que decía muy explícitamente que lo que uno escribía, posteaba o publicaba en Facebook quedaba ahí por el resto de la cosecha, aunque el usuario decidiera dar de baja su cuenta.
¿¿¿Cómoooooooooo??? ¿Que si yo me borro del Facebook y doy de baja mi cuenta, todo lo que yo escribí va a seguir ahí?
Y… sí. Claro. ¿Cuál es la sorpresa?
Nuuuuuuu, no puede ser… A ver… Todo muy lindo el Facebook y los uinipús y el muro y el “puto el que lee” a mi amigo Pirulo y mi grupo de neonazis comunistas sionistas, pero… A ver… ¿Vos me estás diciendo que cuando a mí se me pase el pedo atómico que hoy por hoy me hace hacer estas pelotudeces y decida tomarme la vida en serio… todo eso va a QUEDAR?
Ajá.
No, perá boló, me estás asustando… Porque, a ver… Me estás haciendo poner nervioso… Je, je… Porque resulta que hoy soy un pelotudo sin más talento que el necesario para escribir 200 mensajes de muro por día, del tipo: “DIOSAAAAAA!!!! ESTAS DEVEEEENA ¡¡¡¡ SABESSSSSSSSS CUANTOOOOOOOOOO TE QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO”, o “SIIIIIIIIIIIIIIIII¡¡¡¡ ESTE ES EL CHONGO QUE ME LEBANTE ESTE BERANO¡¡¡¡¡ NO ES UN BONBONASSSSSSSSSO???¡?¡?¡?¡??”, o de copiar y pegar publicando como mías frases chotas como: “AMAR ES NUNCA TENER QUE PEDIR PERDON”, pero… esto es una etapa… Es una fase… Algún día yo pienso evolucionar a un coeficiente intelectual mayor a los dos dígitos, o conseguirme un empleo, o aprender a escribir en castellano, o algo así, y entonces no voy a querer que la gente piense que yo todavía creo que "amar es nunca tener que pedir perdón" es una buena frase en serio, o que yo en el verano del 2009 me curtí un pibe… ¿Me estás diciendo que eso no se borra?
Nnnop. No se borra. No se borra, de la misma manera en que no se borra un mail que vos hayas enviado en el pasado. Si yo te mando un mail a vos diciéndote cómo te quiero mi cuchipuchi lindo, te quiero un montontón, cuando yo te deje de querer (o vos a mí), por más que yo borre ese mail de mis “elementos enviados” no lo voy a borrar automáticamente de tu bandeja de mensajes recibidos. ¿Eso se entiende, no? Es bastante simple. Vamos, hasta vos lo podés entender… Vamos de vuelta. Yo te mando un mail. Te llega y lo leés. Al año, yo me arrepiento y lo borro de mis mensajes enviados. ¿Entendés que NO LO ESTOY BORRANDO de TUS mensajes recibidos, no? Bien. Ahí vamos.
Bueno, ahora imaginate que cuando vos escribís un mensaje en el muro de Pirulito le estás enviando un mail con copia a un montonaaaaaaaazo de person…
¡Mentira! ¡Mentira! ¡Yo le escribí “Puto el que lee” en el muro a Pirulito pero era sólo para él, porque Pirulito es mi a–mi-go y no es para que eso esté dando vueltas por ahí y…!
Dejate de joder. Si estás escribiendo en el MURO del FACEBOOK de Pirulito es porque QUERÉS que lo lean toooodos los que miren el MURO del FACEBOOK de Pirulito, flaco. Si fuera privado en serio, si no quisieras que lo leyera todo el mundo, le mandás un mail, o lo llamás por teléfono, o no le decís nada, flaco, que al fin y al cabo nadie te obliga.
Vamos a hablar un poco en serio. Cuando uno publica, en el sentido de “hacer público” algo, un texto, una foto, incluso un comentario boludón como puto el que lee o JUAAAAAAAAAAAAAASSSSSS QUE BUENA ESA FOOOOOOOOOOOOTO POR DIOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS SOS LO MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS GENIOOOOOOOOOOOOOO, se está haciendo cargo de que eso es para siempre. Eso es, precisamente, lo que significa publicar.
Cuando uno publica algo en un medio, en forma profesional o amateur, aunque a uno le paguen o no, sea un medio digital o en papel, uno se está haciendo cargo de que está comunicando algo (sea la teoría de la relatividad o puto el que lee o te quiero muchésemo) y que vos después no lo podés borrar. Aunque te arrepientas. Aunque hayas cambiado de opinión.
Y eso no tiene nada que ver con los derechos de autor, ni con la propiedad intelectual. Nada que ver. Eventualmente, los derechos de autor y la propiedad intelectual tienen más que ver con el hecho de que alguien (vos, un tercero, un turro) haga o no haga plata con lo que uno escribió, o que se arrogue la autoría de algo que uno escribió. No tiene nada que ver con la posibilidad o imposibilidad de hacer desaparecer lo que uno ya escribió.
Y esto es así, y siempre fue así, antes del Facebook y antes de la Internet. Miren: es mucho más fácil de entender si retrocedemos un poco en el tiempo hasta antes de la aparición de Internet.
Cuando uno publicaba algo en una revista de papel como la Sex Humor, estaba diciendo “miren, yo me llamo Marcelo Lacanna y digo esto”, ponele: “las mujeres no saben bajar del colectivo en movimiento sin dar un espectáculo lamentable”. Y pum. Eso se publicaba y se imprimían no sé cuántas copias y la gente compraba la revista y se la llevaba a su casa.
Y eso queda. Queda en la casa de la gente hasta que la última Sex Humor sea desmenuzada por el viento, o por el envejecimiento mismo del papel. O usada para hacer el fuego en el primer asado, eso no viene al caso a los efectos de este ejemplo.
Y claro que yo me he arrepentido de algo escrito y publicado en los 90 (lo he hecho muchísimas veces), pero nunca se me habría ocurrido pretender que la gente devolviera las revistas. ¿Qué iba a hacer yo? ¿Decir “no esperen… esa nota no me gusta; me arrepentí”? Tarde, macho. Alpiste.
“¡Eh! Pero esa nota la escribí cuando yo era redactor (léase USUARIO) de la Sex Humor (léase FACEBOOK). Pero ya no escribo más en la Sex Humor (léase ME DI DE BAJA DE FACEBOOK). Ahora me conseguí un trabajo digno y no me simpatiza mucho la idea de que anden dando vueltas por ahí unas notas donde yo puteo y me hago el guacho machista, así que arranquen esas páginas y tírenlas”.
Y se los dice un boludo que a los 21 dejó que se publicara un libro donde aparece desnudo en la tapa, saliendo de un huevo gigante y poniendo cara de Zoolander, así que créanme que de arrepentirme sé un montón. Y me llevó casi 15 años reconciliarme con ese arrepentimiento, con esas boludeces escritas y con ese huevo gigante, así que también puedo decir que tuve tiempo de pensar todo esto que hoy parece ser el gran tema del día, sólo porque Facebook cambió un párrafo de sus términos de servicio.
Una vez, en la Sex Humor, en el año 1994, el dibujante Emiliano Migliardo me hizo una bromita para vengarse de una bromita pesada que yo le gastara oportunamente, e hizo unos fotomontajes con mi cara y… bueno… unas fotos bastante desfavorables. Y éramos todos jóvenes y usábamos el pelo largo y Migliardo tenía una moto y un Camaro y sentíamos el viento en la cara. Si 15 años después me vienen a mostrar esas fotos en las que aparezco en culo tocando la guitarra, me la tengo que comer. Porque yo publiqué eso en una revista. No, perdón: Migliardo publicó eso (léase UN AMIGO DEL FACEBOOK me “tagueó” en una foto inapropiada).
Entre publicar una nota en una revista y publicar un mensaje en el muro de alguien en Facebook (o en un blog, o en un foro) no hay taaanta diferencia.
Será distinto el medio, claro está. Será distinta la audiencia, claro está (en cuanto a potencial alcance, un Facebook o un blog le pasa el trapo a la revista en papel más pintada). Serán distintos también los beneficios (en Sex Humor me pagaban unos pocos pesos por una nota del largo de este post; por escribir en este blog no veo un peso, pero –ya lo he dicho otras veces- te cambio toda la plata que yo haya percibido en todos los años en los que escribí en revistas por la satisfacción inmediata que da recibir el primer comment que dice “muy bueno”, “capo”, o “sos rock”).
Pero la “responsabilidad” al escribir es la misma. Y, por favor, entiéndase bien de qué estoy hablando cuando digo “responsabilidad”. No vayan a pensar que estoy diciendo que cuando cuento que agarré una laucha en el aire acondicionado o que no sé cambiar bien un cuerito crea que eso que escribo tenga la menor trascendencia, no. Cuando hablo de responsabilidad quiero decir que me hago cargo de que yo di a publicación tanto el textito sobre la laucha, como las notas sobre las mujeres bajando de los colectivos, como los mensajes en los muros de mis amigos del Facebook, como las falsificadas fotos en culo.
La verdadera gran diferencia que yo encuentro entre publicar algo en una revista de papel y publicar algo en Facebook o en un blog es la facilidad, la gratuidad y la inmediatez.
Pregúntenle a cualquiera al que le hayan publicado una carta en cualquier medio gráfico de papel-papel: la revista Humor, el diario La Nación, cualquiera. Casi invariablemente va a sentir una pequeña vergüencita. A lo mejor ya no siente tanta indignación como la que sintió cuando se sentó a escribir esa carta. A lo mejor se arrepiente del tono, o del estilo, o de las palabras que usó. Es normal, es lógico. Uno cambia. Uno madura. Uno mejora.
Y que conste que esa carta ha pasado un montón de barreras, un montón de filtros. Muchos de estos filtros, propios del autor. Me explico: uno se indignaba con algo que dijo, no sé, el Presidente. Y sentía una imperiosa necesidad de comunicar su indignación, su furia, su opinión. E iba y escribía una carta. Y la escribía de nuevo. Y la pasaba a máquina (en los diarios y las revistas siempre se pedía que se escribiera a máquina). Y la firmaba e iba al quiosco y sacaba una fotocopia de su DNI (siempre para publicar una carta de lectores se pide el documento; no es ningún requisito legal sino otro filtro del tipo: “pensalo bien, boludo, pensalo bien”). Y ponía la fotocopia del DNI y su inflamada carta en el sobre. E iba al Correo. Y compraba las estampillas. ¡Pagaba por las estampillas! (he ahí un filtro económico). Y despachaba la carta. Y espeeeeeraba. Y la carta llegaba a la revista. Y era una revista quincenal y ya estaban cerrados los dos números siguientes. Y la carta salía publicada dos meses después de que el tipo la escribió, y cuando salía publicada resulta que el tipo ya no sentía tanta furia y los familiares le pedían que por favor que no volviera a escribir semejante pelotudez porque después a los chicos los cargaban en la escuela.
Con el Facebook, no. Uno ve que un amigo puso algo en su estatus o publicó una foto, y en medio segundo se le ocurrió un retruque ingenioso. En tres cuartos de segundo, ya lo publicó. Y a lo mejor después resulta no era taaaan gracioso. O taaaaan oportuno. O taaaan cómodo de leer, quince años después, junto a la patrona y los chicos.
Si yo le quiero decir algo en privado a un amigo, se lo digo personalmente, o por teléfono, o por mail. Si se lo escribo en el Facebook, es porque acepto (vamos, en realidad es porque QUIERO) que lo lea ese amigo y los amigos de sus amigos, y mis amigos (hablando siempre de “amigos” en el sentido que Facebook le da a esta palabra, ¿no?).
Así que, muchachos, no me vengan con que se quieren cortar las venas porque se acaban de dar cuenta de que “ooops, publiqué una carta de lectores en el gran periódico que es Facebook y ahora me arrepentí… Lo que pasa es que como todo es tan rápido… No tuve tiempo de pensar…”.
De eso se trata, precisamente: de pensar.
A veces es bueno tomarse un segundo para pensar. Hasta para escribir algo en el Facebook.
Y, por cierto, hay gente que no puede pensar bien, aunque le des todo el tiempo del mundo.
Buenas noch…
>ERO
Y resulta que ayer todo el mundo se desayunó con el temita ése del Facebook, la privacidad de los datos y el “uh, ¿entonces esa huevada que dije va a quedar ahí para siempre?”.
Je, je. Mirá cómo me río. Je, je.
La noticia ya la sabe hasta mi mamá (literalmente, hasta mi mamá, que me llamó por teléfono, toda preocupada), así que vamos a hacerla corta: Facebook (una plataforma de publicación en Internet administrada por una empresa privada, como Twitter, como Blogger, como YouTube, como Taringa) hizo públicos sus nuevos “términos de servicio”, dando cuenta de que:
Al escribir algo en Facebook (o mediante Facebook, o a través de Facebook, como quieras llamarlo) vos estás autorizando a Facebook a publicar esta información y compartirla con otros usuarios de Facebook.
Esa información puede quedar ahí hasta el año del arquero, el cierre de Facebook o el fin del mundo, lo que ocurra primero.
Y por esta nadería vino todo un escándalo, un rasgado de vestiduras, un gemir y un rechinar de dientes, y notas en Clarín, en La Nación, en Perfil, en CNN, en TN, en Canal 26, en Utilísima Satelital y en el Canal Rural, y ayer fue la noticia del día.
Y parece que mucha gente se indignó, y amenazaron con borrarse de Facebook, y organizaron un boicot contra Facebook y no sé qué más, tanto que tuvo que salir el capo de Facebook a decir que “me parece que no entendieron nada, pero bue, no se pongan así, volvemos todo atrás, volvemos todo atrás… qué carácter, che…” y decidieron anular los nuevos términos de servicio y volver a la versión anterior, que dice más o menos lo mismo, pero escrito de un modo distinto.
Y yo leí los “nuevos” términos de servicio de Facebook y los “viejos” términos de servicio de Facebook (y que ahora vuelven a ser los “nuevos” términos de servicio de Facebook) y pensé: ¿Y? ¿A qué viene tanto alboroto? Y los leí de nuevo. Y seguía preguntándome a qué se debía tanto escándalo.
Hasta que entendí: recién ahora se habían dado cuenta.
Millones de usuarios de Facebook se habían dado cuenta de algo.
Algo que yo sabía, algo que millones de personas sabían… pero algo que –evidentemente- otros millones de personas no sabían.
Resulta que uno no es el dueño exclusivo de lo que uno publica en Facebook. Ah -¡pero mirá vos!- qué novedad. ¿Y recién ahora te das cuenta?
P-pero… ¿Y la propiedad intelectual? ¿Y mis derechos como creador de una obra artística? ¿Y la privacidad? ¿Y mi derecho a la privacidad, eh? ¿Y la Constitución Nacional? ¿Y el Pacto de San José de Costa Rica? ¿Y la Convención de Ginebra? ¿Y hasta cuándo vamos a tener que soportar el avasallamiento de nuestros derechos por parte del imperialismo yanqui, eh? ¿Acaso Facebook no es un servicio público, eh? ¿Y el gobierno no hace nada? ¿Es que Kristina se va a kedar de brazos kruzados, eh?
Y la cuestión es que ayer, muchísimos medios de comunicación no hicieron más que confundir más, hablando de lo que no saben y haciéndose los cancheros. Y no vayan ustedes a creer que yo voy a escribir esto que voy a escribir porque quiero defender a la Facebook Inc., o porque hoy me desperté con ganas de desasnar burros. Nada más lejos de la realidad.
Simplemente me parece que esto nos da una excusa para pensar un poco, algo que no viene mal, muy de tanto en tanto.
Aclaración n° 1: Todo este asunto del Facebook no tiene un pedo que ver con los derechos de autor o la propiedad intelectual
Lo primero que vamos a abordar, muy por arribita, es el pánico que le entró a millones de escritoritos, musiquitos, pintorcitos, fotografitos, artistasplastiquitos, periodistitas y artistitas en general, con respecto al riesgo de que Facebook les “robe” la propiedad intelectual sobre sus obritas y las use en beneficio propio, sacando un libro con los textos que vos escribís en Facebook, o con esos collages tan graciosos hechos en Photoshop que vos ponés en tu perfil de Facebook, o con las fotos en culo que vos ponés en tu grupo de Facebook.
Tranquilo. Nunca va a pasar tal cosa.
Pensemos un minuto, que de eso se trata. Facebook es una empresa que vale –moneda más, moneda menos- cuatrocientos cincuenta mil sextillones de dólares. ¿En serio vos creés que Facebook va a sacar un libro con los textos que vos publicás? ¿O con las fotos en baja resolución que subiste a tu álbum “Navidad 2008”? ¿O un disco con tus covers de Arjona en MP3 sampleados a 64 kbps?
Nnno, ¿no?
Te lo pregunto otra vez, para que no quede ninguna duda: ¿Vos creés en serio que existe la más reputísima de las posibilidades de que Facebook edite un libro, un disco, o un algo con TU material, para ganarse unos… ponele… 200 pesitos más?
Seguro que no, ¿no?
Lo que sí hace Facebook es hacerte aceptar unos “términos de servicio”, según los cuales vos le das toooooooodos esos derechos para que los tipos puedan publicarlo en Facebook… que es al fin y al cabo lo que vos querés. Es como decirles: "mirá, Facebook, cada vez que yo suba una foto en culo, o mi opinión sobre tal cosa, yo te autorizo a que vos las publiques en tus servidores y en las páginas del dominio ése tuyo, www.facebook.com, que es tuyo, no mío". Pero es porque son norteamericanos. Y vos viste cómo son los norteamericanos. Ellos se tienen que cubrir poniendo toooooooooooodo por escrito y tooooooooooooodo es fully granted, neverending, non-binding, for all purposes…
Es como con el café. Vos pedís un café caliente y te lo tienen que dar en un vasito que dice: “WARNING: THIS COFFEE MAY BE CALIENT!”, porque si no vos vas, te quemás la trompa como un boludo y les hacés un juicio por cien millones de dólares por no haberte advertido que el café caliente que vos pediste estaba caliente. ¿Se entiende?
Bueno, lo mismo pasa con las boludeces que vos escribís en Facebook. ¿Vos querés escribirle “puto el que lee” en el muro a tu amigo Pirulo? Bueno, firmame acá –dice Facebook- dejando en claro que vos (en adelante, EL USUARIO) me estás autorizando a mí (FACEBOOK) de por vida e internacionalmente y por el resto del campeonato a utilizar tu mensaje “puto el que lee” (en adelante, la OBRA DEL USUARIO) para que yo pueda ponerlo en el muro de tu amigo Pirulo.
Y si no te gusta, no lo escribás en Facebook, que al fin y al cabo no es tuyo, ni de tu amigo Pirulo, ni un servicio público, sino un sitio comercial como cualquier otro. Llamalo por teléfono a Pirulo (en adelante, EL OTRO USUARIO) y decile: “¡Puto!” y no me rompas las pelotas más a mí (en adelante, FACEBOOK).
Nadie te obliga a usar Facebook, macho. Es un página comercial, como cualquier otra. Sólo que gratuitamente (por ahora) te permite usarla sin mayor complicaciones para que vos puedas poner “Fulanito is abarajanding la bañera”, subir tus fotos mostrando lo fuerte que estás en tanga, escribirle pavadas en el muro a tus amigos, hacerte miembro del grupo “¡SALVEMOS A LOS MAMUTS ANTES DE QUE SE EXTINGAN, AY!” y mandar un Uinipú de regalito. Eso es todo. Sólo que para hacerlo, vos les tenés que aceptar todo lo que ellos te pidan, pero no lo hacen ni de hinchapelotas, ni de avaros, ni de avasalladores, ni de ladrones, ni nada. Lo hacen porque son una empresa norteamericana y ya deben haber tenido algún vivo que les haya querido hacer un juicio para sacarles unos pesos.
Si te gusta, bien y si no también. Y si no, ¿sabés qué? Si tenés algo que decirle a tu amigo, llamalo por teléfono. O mandale una carta. O comprale un osito de peluche de verdad y regaláselo y listo.
Pero no me vengas con que tenés miedo de que John Facebook se haga más multibillonario por publicar un libro con tus ingeniosísimos aforismos.
Así que el tema de los derechos de autor, la propiedad intelectual y la mar en coche queda aclarado.
Pasemos al temita de la privacidad, y van a ver cómo la cosa se pone más interesante.
Aclaración n° 2: Y… nnnop… La verdad es que muuuuy privado no es
Otro tema que está causando estragos en el sistema nervioso de millones de usuarios de Facebook es la cuestioncita ésa de la privacidad de la información. Esta no es precisamente una gran novedad, especialmente desde que se armó el escándalo ése del jefe de prensa del entonces candidato Obama manoseando a una Hillary Clinton de cartón, pero en fin, resulta que al menos en muchos medios de comunicación, parece que recién ayer mucha gente se desayunó con que andar pelotudeando en Facebook no es lo mejor que puede hacer si uno es muy celoso de su privacidad.
Pero esto no es culpa de Facebook, tampoco. Hasta donde yo sé, Facebook no espía a la gente, ni es un Gran Hermano, ni es un servicio de inteligencia. No. Facebook almacena y muestra información sobre vos, que VOS decidiste hacer pública, o que alguien (un amigo tuyo, por ejemplo) decidió hacer pública.
Entonces, si vos subís fotos tuyas en pelotas para compartir con tu grupo de Facebook “NUDISTAS POCO DOTADOS”, que no te asombre si el lunes cuando vayas a la oficina escuches risitas desde el rincón del botellón de agua. Me dirás: “¡Eh, pero yo subí esa foto al grupo NUDISTAS POCO DOTADOS sólo para ser vista por los miembros de ese grupo!”. Y yo te digo: sí, bueno, pero resulta que uno de los miembros de NUDISTAS POCO DOTADOS es también miembro del grupo “I WORK IN BULONES DON ERNESTO”, que es donde laburás vos, gil, mientras los turros de tus compañeros, reunidos alrededor del surtidor de agua susurran: “por favor, que el nudista deje de decir la palabra ‘miembro’ o me meo, mmppppfffffjajajaaaaa…”.
O ponele que vos tenés 36 años pero batís que tenés 30. A tooooodo el mundo le decís que tenés 30… A tu novia le hacés creer que tenés 30… Tus compañeros de paddle creen que tenés 30… Y vos, boludo, vas y te hacés miembro del grupo: “Egresados 1990 del Santa Paja del Pesebre de Jesús”. Sonaste. O un compañero tuyo sube una foto del colegio de cuando iban a cuarto grado, y aparecés vos sosteniendo el cartelito que dice: “4°B TURNO MAÑANA – 1982”… Se te cae toda la mentira al carajo.
Por supuesto que Facebook tiene unas novecientas mil opciones para ajustar tu –llamémosla- “privacidad”, gracias a las cuales vos podés indicar quiénes querés que vean tus fotos (si todo el mundo, si sólo tus amigos, si tus amigos y los amigos de tus amigos, si tu mamá), quiénes querés que lean tu muro (si todo el mundo, si sólo tus amigos, si tus amigos y los amigos de tus amigos, si tu mamá), y quiénes pueden ver tu perfil y quiénes pueden ver lo que respondiste en el test: “Do you swallow or do you spit?". Pero de ahí a pedirle al usuario medio de Facebook que lo sepa usar… Vamos, si ni siquiera saben responder a la segunda pregunta que te hace Facebook para abrir tu cuenta, apenas después de tu poner tu nombre, y es por eso que hay tanto boludo de “San Juan, PR”.
O todos conocemos usuarios de Facebook que no entienden la diferencia entre el “Enviar un mensaje (privado) a Pirulito” y el “Escribir en el muro de Pirulito”, por lo que cada vez que entramos a Facebook vemos que Fulanito escribió en el muro de Menganito: “Mostro, me vendiste marihuana que no pega!!!!! Te estoy llamando al 15-555-555 y no atiende nadie, che! Media pila!”. O ya a un nivel de torpeza patológica no diferencian entre el mensaje privado, el muro y su propio estatus (el Fulanito is…), por lo que hay no pocos pelotudos con estatus como Fulanito is sí, juas, ya le dije a Felipe.
Pero si no le podés pedir a un tipo que indique correctamente la ciudad en donde vive, mal podés pedirle que se tome en serio el tema de la privacidad como para que se dé cuenta de que a lo mejor no es la más fantástica de las ideas el aparecer como miembro de los grupos “DOCENTES ARGENTINOS EN FACEBOOK” y “A QUE JUNTO 100,000 FIRMAS PARA QUE BAJEN LA EDAD DE CONSENTIMIENTO!!!”.
Estamos viviendo tiempos muy modernos, muchachos. Tiempos muy excitantes, muy divertidos, muy tecnológicos, con mucho Facebook mobile for iPhone, mucho Twitter, mucho blog y mucho “what are you doing right now?”. Tiempos donde la privacidad es un concepto cada vez más abstracto. Tiempos donde el secreto más oscuro de una persona está a la vuelta de un forward de un mail equivocado.
Pero si te metés a boludear en Facebook, sabé que estás jugando un juego en el que en cualquier momento el viento te da vuelta la carta más brava.
Y como dice el filósofo, if you like the peach…
Aclaración n°3: Y sí, es para siempre. Lola.
Aparentemente, el grueso del alboroto del día de ayer alrededor de Facebook fue debido a una clausulita que decía muy explícitamente que lo que uno escribía, posteaba o publicaba en Facebook quedaba ahí por el resto de la cosecha, aunque el usuario decidiera dar de baja su cuenta.
¿¿¿Cómoooooooooo??? ¿Que si yo me borro del Facebook y doy de baja mi cuenta, todo lo que yo escribí va a seguir ahí?
Y… sí. Claro. ¿Cuál es la sorpresa?
Nuuuuuuu, no puede ser… A ver… Todo muy lindo el Facebook y los uinipús y el muro y el “puto el que lee” a mi amigo Pirulo y mi grupo de neonazis comunistas sionistas, pero… A ver… ¿Vos me estás diciendo que cuando a mí se me pase el pedo atómico que hoy por hoy me hace hacer estas pelotudeces y decida tomarme la vida en serio… todo eso va a QUEDAR?
Ajá.
No, perá boló, me estás asustando… Porque, a ver… Me estás haciendo poner nervioso… Je, je… Porque resulta que hoy soy un pelotudo sin más talento que el necesario para escribir 200 mensajes de muro por día, del tipo: “DIOSAAAAAA!!!! ESTAS DEVEEEENA ¡¡¡¡ SABESSSSSSSSS CUANTOOOOOOOOOO TE QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO”, o “SIIIIIIIIIIIIIIIII¡¡¡¡ ESTE ES EL CHONGO QUE ME LEBANTE ESTE BERANO¡¡¡¡¡ NO ES UN BONBONASSSSSSSSSO???¡?¡?¡?¡??”, o de copiar y pegar publicando como mías frases chotas como: “AMAR ES NUNCA TENER QUE PEDIR PERDON”, pero… esto es una etapa… Es una fase… Algún día yo pienso evolucionar a un coeficiente intelectual mayor a los dos dígitos, o conseguirme un empleo, o aprender a escribir en castellano, o algo así, y entonces no voy a querer que la gente piense que yo todavía creo que "amar es nunca tener que pedir perdón" es una buena frase en serio, o que yo en el verano del 2009 me curtí un pibe… ¿Me estás diciendo que eso no se borra?
Nnnop. No se borra. No se borra, de la misma manera en que no se borra un mail que vos hayas enviado en el pasado. Si yo te mando un mail a vos diciéndote cómo te quiero mi cuchipuchi lindo, te quiero un montontón, cuando yo te deje de querer (o vos a mí), por más que yo borre ese mail de mis “elementos enviados” no lo voy a borrar automáticamente de tu bandeja de mensajes recibidos. ¿Eso se entiende, no? Es bastante simple. Vamos, hasta vos lo podés entender… Vamos de vuelta. Yo te mando un mail. Te llega y lo leés. Al año, yo me arrepiento y lo borro de mis mensajes enviados. ¿Entendés que NO LO ESTOY BORRANDO de TUS mensajes recibidos, no? Bien. Ahí vamos.
Bueno, ahora imaginate que cuando vos escribís un mensaje en el muro de Pirulito le estás enviando un mail con copia a un montonaaaaaaaazo de person…
¡Mentira! ¡Mentira! ¡Yo le escribí “Puto el que lee” en el muro a Pirulito pero era sólo para él, porque Pirulito es mi a–mi-go y no es para que eso esté dando vueltas por ahí y…!
Dejate de joder. Si estás escribiendo en el MURO del FACEBOOK de Pirulito es porque QUERÉS que lo lean toooodos los que miren el MURO del FACEBOOK de Pirulito, flaco. Si fuera privado en serio, si no quisieras que lo leyera todo el mundo, le mandás un mail, o lo llamás por teléfono, o no le decís nada, flaco, que al fin y al cabo nadie te obliga.
Vamos a hablar un poco en serio. Cuando uno publica, en el sentido de “hacer público” algo, un texto, una foto, incluso un comentario boludón como puto el que lee o JUAAAAAAAAAAAAAASSSSSS QUE BUENA ESA FOOOOOOOOOOOOTO POR DIOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS SOS LO MASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS GENIOOOOOOOOOOOOOO, se está haciendo cargo de que eso es para siempre. Eso es, precisamente, lo que significa publicar.
Cuando uno publica algo en un medio, en forma profesional o amateur, aunque a uno le paguen o no, sea un medio digital o en papel, uno se está haciendo cargo de que está comunicando algo (sea la teoría de la relatividad o puto el que lee o te quiero muchésemo) y que vos después no lo podés borrar. Aunque te arrepientas. Aunque hayas cambiado de opinión.
Y eso no tiene nada que ver con los derechos de autor, ni con la propiedad intelectual. Nada que ver. Eventualmente, los derechos de autor y la propiedad intelectual tienen más que ver con el hecho de que alguien (vos, un tercero, un turro) haga o no haga plata con lo que uno escribió, o que se arrogue la autoría de algo que uno escribió. No tiene nada que ver con la posibilidad o imposibilidad de hacer desaparecer lo que uno ya escribió.
Y esto es así, y siempre fue así, antes del Facebook y antes de la Internet. Miren: es mucho más fácil de entender si retrocedemos un poco en el tiempo hasta antes de la aparición de Internet.
Cuando uno publicaba algo en una revista de papel como la Sex Humor, estaba diciendo “miren, yo me llamo Marcelo Lacanna y digo esto”, ponele: “las mujeres no saben bajar del colectivo en movimiento sin dar un espectáculo lamentable”. Y pum. Eso se publicaba y se imprimían no sé cuántas copias y la gente compraba la revista y se la llevaba a su casa.
Y eso queda. Queda en la casa de la gente hasta que la última Sex Humor sea desmenuzada por el viento, o por el envejecimiento mismo del papel. O usada para hacer el fuego en el primer asado, eso no viene al caso a los efectos de este ejemplo.
Y claro que yo me he arrepentido de algo escrito y publicado en los 90 (lo he hecho muchísimas veces), pero nunca se me habría ocurrido pretender que la gente devolviera las revistas. ¿Qué iba a hacer yo? ¿Decir “no esperen… esa nota no me gusta; me arrepentí”? Tarde, macho. Alpiste.
“¡Eh! Pero esa nota la escribí cuando yo era redactor (léase USUARIO) de la Sex Humor (léase FACEBOOK). Pero ya no escribo más en la Sex Humor (léase ME DI DE BAJA DE FACEBOOK). Ahora me conseguí un trabajo digno y no me simpatiza mucho la idea de que anden dando vueltas por ahí unas notas donde yo puteo y me hago el guacho machista, así que arranquen esas páginas y tírenlas”.
Y se los dice un boludo que a los 21 dejó que se publicara un libro donde aparece desnudo en la tapa, saliendo de un huevo gigante y poniendo cara de Zoolander, así que créanme que de arrepentirme sé un montón. Y me llevó casi 15 años reconciliarme con ese arrepentimiento, con esas boludeces escritas y con ese huevo gigante, así que también puedo decir que tuve tiempo de pensar todo esto que hoy parece ser el gran tema del día, sólo porque Facebook cambió un párrafo de sus términos de servicio.
Una vez, en la Sex Humor, en el año 1994, el dibujante Emiliano Migliardo me hizo una bromita para vengarse de una bromita pesada que yo le gastara oportunamente, e hizo unos fotomontajes con mi cara y… bueno… unas fotos bastante desfavorables. Y éramos todos jóvenes y usábamos el pelo largo y Migliardo tenía una moto y un Camaro y sentíamos el viento en la cara. Si 15 años después me vienen a mostrar esas fotos en las que aparezco en culo tocando la guitarra, me la tengo que comer. Porque yo publiqué eso en una revista. No, perdón: Migliardo publicó eso (léase UN AMIGO DEL FACEBOOK me “tagueó” en una foto inapropiada).
Entre publicar una nota en una revista y publicar un mensaje en el muro de alguien en Facebook (o en un blog, o en un foro) no hay taaanta diferencia.
Será distinto el medio, claro está. Será distinta la audiencia, claro está (en cuanto a potencial alcance, un Facebook o un blog le pasa el trapo a la revista en papel más pintada). Serán distintos también los beneficios (en Sex Humor me pagaban unos pocos pesos por una nota del largo de este post; por escribir en este blog no veo un peso, pero –ya lo he dicho otras veces- te cambio toda la plata que yo haya percibido en todos los años en los que escribí en revistas por la satisfacción inmediata que da recibir el primer comment que dice “muy bueno”, “capo”, o “sos rock”).
Pero la “responsabilidad” al escribir es la misma. Y, por favor, entiéndase bien de qué estoy hablando cuando digo “responsabilidad”. No vayan a pensar que estoy diciendo que cuando cuento que agarré una laucha en el aire acondicionado o que no sé cambiar bien un cuerito crea que eso que escribo tenga la menor trascendencia, no. Cuando hablo de responsabilidad quiero decir que me hago cargo de que yo di a publicación tanto el textito sobre la laucha, como las notas sobre las mujeres bajando de los colectivos, como los mensajes en los muros de mis amigos del Facebook, como las falsificadas fotos en culo.
La verdadera gran diferencia que yo encuentro entre publicar algo en una revista de papel y publicar algo en Facebook o en un blog es la facilidad, la gratuidad y la inmediatez.
Pregúntenle a cualquiera al que le hayan publicado una carta en cualquier medio gráfico de papel-papel: la revista Humor, el diario La Nación, cualquiera. Casi invariablemente va a sentir una pequeña vergüencita. A lo mejor ya no siente tanta indignación como la que sintió cuando se sentó a escribir esa carta. A lo mejor se arrepiente del tono, o del estilo, o de las palabras que usó. Es normal, es lógico. Uno cambia. Uno madura. Uno mejora.
Y que conste que esa carta ha pasado un montón de barreras, un montón de filtros. Muchos de estos filtros, propios del autor. Me explico: uno se indignaba con algo que dijo, no sé, el Presidente. Y sentía una imperiosa necesidad de comunicar su indignación, su furia, su opinión. E iba y escribía una carta. Y la escribía de nuevo. Y la pasaba a máquina (en los diarios y las revistas siempre se pedía que se escribiera a máquina). Y la firmaba e iba al quiosco y sacaba una fotocopia de su DNI (siempre para publicar una carta de lectores se pide el documento; no es ningún requisito legal sino otro filtro del tipo: “pensalo bien, boludo, pensalo bien”). Y ponía la fotocopia del DNI y su inflamada carta en el sobre. E iba al Correo. Y compraba las estampillas. ¡Pagaba por las estampillas! (he ahí un filtro económico). Y despachaba la carta. Y espeeeeeraba. Y la carta llegaba a la revista. Y era una revista quincenal y ya estaban cerrados los dos números siguientes. Y la carta salía publicada dos meses después de que el tipo la escribió, y cuando salía publicada resulta que el tipo ya no sentía tanta furia y los familiares le pedían que por favor que no volviera a escribir semejante pelotudez porque después a los chicos los cargaban en la escuela.
Con el Facebook, no. Uno ve que un amigo puso algo en su estatus o publicó una foto, y en medio segundo se le ocurrió un retruque ingenioso. En tres cuartos de segundo, ya lo publicó. Y a lo mejor después resulta no era taaaan gracioso. O taaaaan oportuno. O taaaan cómodo de leer, quince años después, junto a la patrona y los chicos.
Si yo le quiero decir algo en privado a un amigo, se lo digo personalmente, o por teléfono, o por mail. Si se lo escribo en el Facebook, es porque acepto (vamos, en realidad es porque QUIERO) que lo lea ese amigo y los amigos de sus amigos, y mis amigos (hablando siempre de “amigos” en el sentido que Facebook le da a esta palabra, ¿no?).
Así que, muchachos, no me vengan con que se quieren cortar las venas porque se acaban de dar cuenta de que “ooops, publiqué una carta de lectores en el gran periódico que es Facebook y ahora me arrepentí… Lo que pasa es que como todo es tan rápido… No tuve tiempo de pensar…”.
De eso se trata, precisamente: de pensar.
A veces es bueno tomarse un segundo para pensar. Hasta para escribir algo en el Facebook.
Y, por cierto, hay gente que no puede pensar bien, aunque le des todo el tiempo del mundo.
Buenas noch…
>ERO
domingo, 8 de febrero de 2009
POESÍA
En un principio
el hierro apuntó
disparó
falló
se marchó.
Luego el hierro apuntó
disparó
asesinó
se marchó.
El hierro nunca gustó de la palabra
siempre tuvo miedo de los gestos
por eso entró en la escena
a callar los cantos y borrar los gestos
a bajar el telón y cubrir con él
su herrumbre
pero es tanta
que no podría cubrirla
ni con todos los muertos de la Tierra.
La escena continúa
seguiremos haciendo el teatro de la vida
y recreando la vida con los pasos
toda tragedia tiene acto final
y en él estaremos los bastantes
haciendo justicia
para dar comienzo a la comedia
de la alegría gobernando los asuntos.
Con el coro de la vida
cantarán los hombres
las mujeres y los niños
con la paloma sin cazador
y el toro sin torero
para que en nuestros escenarios
jamás
jamás sea espectáculo la muerte.
Chucho Peña
*Poeta y teatrero colombiano, desaparecido, torturado y asesinado en 1986.
>ero
el hierro apuntó
disparó
falló
se marchó.
Luego el hierro apuntó
disparó
asesinó
se marchó.
El hierro nunca gustó de la palabra
siempre tuvo miedo de los gestos
por eso entró en la escena
a callar los cantos y borrar los gestos
a bajar el telón y cubrir con él
su herrumbre
pero es tanta
que no podría cubrirla
ni con todos los muertos de la Tierra.
La escena continúa
seguiremos haciendo el teatro de la vida
y recreando la vida con los pasos
toda tragedia tiene acto final
y en él estaremos los bastantes
haciendo justicia
para dar comienzo a la comedia
de la alegría gobernando los asuntos.
Con el coro de la vida
cantarán los hombres
las mujeres y los niños
con la paloma sin cazador
y el toro sin torero
para que en nuestros escenarios
jamás
jamás sea espectáculo la muerte.
Chucho Peña
*Poeta y teatrero colombiano, desaparecido, torturado y asesinado en 1986.
>ero
sábado, 7 de febrero de 2009
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